A nadie se le escapa que los lunes los engranajes van algo más secos y quien diga lo contrario se arriesga a caer en la mentira: la excesiva relajación innata en el fin de semana repercute en que muchas veces el primer café del día no sea suficiente para encender la maquinaria. Los lunes no siempre traen buenas noticias -empezamos bien la semana, dirían unos; nada cambia, los otros-. Al llegar de trabajar (subo las persianas, recojo las toallas, pienso en la cena) el pasado lunes, Amalia me llama por teléfono. Amalia, ya lo sabéis, es mi inicio. Y recordemos, es inicio de semana, por tanto el porcentaje de noticias buenas es proporcional al transcurso de la misma: sus libros de juventud -muchos de la Editora Regional de Extremadura, años ochenta- y clandestinidad han sido destruidos por la humedad, los bichos. Durante años han roído las páginas de los libros cuando estaban en el desván, cultivando su odio al tiempo en mordidas y cachitos… provocando una respuesta de serrín a una cierta ilusión de la memoria. Amalia, por tanto está destrozada porque una parte de su memoria ha quedado desplazada y sin remedio. Continuar leyendo “Dos aportes sobre memoria histórica”