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Las tradiciones están para cumplirlas o bien para quebrarlas según creamos. Otra cosa es que cada uno de nosotros queramos aceptar su modificación y sobre todo, logremos entender a primeras los cambios. Durante bastantes años acudí -ahora, cuando puedo- al Aula Díez Canedo y conocer de primera mano a algunos de los poetas ya leídos y descubrir a otros. Siempre han sido lecturas interesantes -si acaso la de Eduardo Pitta fue la que más desencanto me provocó-. Siempre se ha trabajado para traer a lo mejor de la poesía estatal, extremeña y portuguesa. Es por ello que hay una trayectoria bien definida y lograda a lo largo del tiempo -trayectoria que hasta hace pocos años he seguido bien, al tener incluso a los poetas en los pasillos de mi instituto-. Y no siempre gustarán los invitados; es imposible satisfacer siempre a los asistentes pese a que la mayoría hayan sido un acierto. El hecho de que un poeta que acuda tenga libros -de poesía, supongo- en el mercado no significa nada y tampoco creo que ello otorgue mayores posibilidades de asistir: no todo en el monte es orégano ni tampoco las cifras de ventas significan nada y más ahora que se pone de moda rescatar a autores, en general. Un ejemplo: Ferrer Lerín acudió después de años de silencio. Peixoto, el año pasado; siendo escritor multidisciplinar -recomiendo Te me moriste (Minúscula, 2017)- y desconociendo gran parte su obra, acudió a ella. O Vázquez Montalbán, inmerso en el carvalhismo, también. Luego hay otros que les llegó tardío el reconocimiento -Carlos Pujol- y en poco tiempo estarán donde se merecen. Continuar leyendo “Apuntes personales sobre un Aula de Poesía”