Ya va siendo hora de derrotar al patriarcado: la princesa de la leyenda de Sant Jordi ha de tener nombre. Y el dragón también; y nuestro amigo escamado, por cierto, desea morir defendiendo a la princesa de un apuesto príncipe cargado de micromachismos. Ojalá la inocencia de la tradición, en la que el dragón muere noblemente ante un rudo y violento príncipe azul, gane ésta batalla más allá de la leyenda y la princesa pueda vencer a todo monstruo o príncipe salvapatrias que la infravalore tenga o no algo colgando de la entrepierna. Que hay princesas y princesas, recuerden.